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Quienes llegaban al pueblo, pasaban a ser vecinos en el momento en el que se censaban, pudiendo acceder a todos los derechos de la vecindad, como la participación en los sorteos. También contaban con obligaciones como el cuidado de las caballerías en la dehesa, según el número de caballerías que tuviesen. Quienes poseían ganado de ovejas, podían alquilárselas a otros vecinos, a cambio de un cordero o de algún recurso equivalente.